enero 10, 2010

De regreso

Definitivamente los monólogos son una forma de expresión, pero que rara vez rinde frutos como aquellos de la comunicación y el diálogo. Cansado de hablar conmigo mismo durante los últimos años, me doy ahora a la tarea de volver a comunicarme y, fiel a mi costumbre, entramos de lleno, sin reservas.

Inicio el intento con retomando este blog abandonado hace tiempo e inicié un canal de crítica y humor con mis amigos, la novedad viene cuando trato de hablar con la gente forma espontánea, directa, sin el auxilio de las letras ni la máscara de la Internet, es decir, al estilo antiguo, de frente y con la palabra como herramienta única. Vaya que llega a ser divertido, y casi no recordaba lo difícil que es ello. Nadie dijo que fuera a ser fácil.

Hace un par de noches, de regreso a casa, escuchaba el monólogo que establecía un joven con uno de sus amigos (supongo) a cerca de lo que "debería" ser el mundo y las leyes. Muchas de sus quejas me parecieron carentes de fundamento y hasta arbitrarias, y por deformación profesional me puse a sacar conclusiones acerca de cómo debía funcionar su mente para decir tal cosa. Su amigo, en cambio, se limitaba a escuchar -no sin poner cara de "ya callate ¿no?"- y a lanzar ocasionalmente sencillas pero precisas preguntas. Otro día escuchando la conversación de de un par de mujeres en un pueblo del Estado de México, me dí cuenta que estaba metiéndome cada vez más en una burbuja, parecía haber olvidado que a la vuelta de la esquina hay personas que no han tenido la fortuna de aprender a leer -más allá del analfabetismo funcional- y cuyo mundo comprende solo aquello que pueden ver.

Luego de esas dos experiencias, regresé a mi casa, a editar los videos del programa. Sí, ahí también estaba. En mi propio set, en mi propio video, me dí cuenta que incluso dentro de mi mundo hay varios mundos, distintas realidades, encarnadas por mis amigos y a mi mente llegó una palabra: Babel.

Ahora, nadando en mi mente, van y vienen las ideas que tuve y tengo, y los recuerdos de experiencias que llegan renovadas por la duda ¿Será que incluso uno mismo, como el río, no es el mismo? Heráclito parece tener la razón, en cuyo caso, este mensaje especular, escrito para un tercero que bien podría ser yo, es una especie de cápsula de tiempo de la que emergerá, algún día en que yo no pueda reconocerme, la imagen espectral y deformada de este que soy y, entonces, el diálogo continuará.

¿Cómo me verán a través de otros cristales? En este punto, asaltado por la confusión, me intriga saber cómo es que sobrevivimos a este mundo tan dispar y, aún así, podemos dialogar, porque si de algo tengo certeza, es de esa capacidad.

EJ

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